A lo
largo del tiempo el sistema penitenciario en México ha estado en crisis y así
se ha mantenido por muchos años, se han hecho algunos intentos por cambiar el
sistema y mejorar las condiciones de los internos, en este caso nos referiremos
a las internas, una de las funciones específicas de las cárceles en México es
la de reinserción y readaptación social de las mujeres que están presas por
diversos delitos. Hablar o tocar el tema de las mujeres en prisión, se debe
reconocer que la situación en la que viven (o más bien sobreviven), no la
tienen para nada fácil, además de la sobrepoblación y el tener que “convivir”
en espacios reducidos, es muy difícil que tengan acceso a los servicios básicos
como la recreación, la atención médica, la capacitación para el trabajo o el
estudio. Aunado a todo esto sufren del estigma que la sociedad tiene sobre
ellas, el abandono de sus familias.
Situaciones
diversas se presentan a lo largo de su reclusión las más importantes son de
índole emocional, se sienten abandonadas por sus familias, además tienen que
separarse de sus hijos, es de entenderse que esto les cause dolor y tristeza. La
incertidumbre, la angustia por sus hijos, el cómo estarán, son razones de sobra
para que su vida en la cárcel sea cansada y muy dolorosa.
No
podemos dejar de lado que a pesar de ser delincuentes no dejan de ser seres
humanos, la mayoría de las mujeres están presas por cometer delitos junto con
su pareja, o por ser víctimas de violencia se ven orilladas a cometer delitos
forzadas por su pareja. A muchas de estas mujeres el estar en la cárcel les
permite tener una nueva visión y oportunidad, sobre todo aprovechar para
corregir los errores cometidos al cometer un delito.
Las
mujeres que están cumpliendo una condena, merecen la oportunidad de tener un
tratamiento adecuado dentro de prisión y lograr la reinserción a la sociedad,
por lo tanto, la educación y el trabajo dentro de prisión son uno de los
pilares fundamentales al igual que el trabajo emocional de las mujeres.
Marisol Madero Plascencia
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