MARISOL MADERO PLASCENCIA
CRIMINÓLOGA
La palabra linchamiento -la
palabra misma nos manda a la tradición anglosajona- es el hecho de que un grupo
de manera abusiva ataque a una sola persona y la mate, puede tener motivos
religiosos, étnicos, de miedo colectivo, o puede ser parte simplemente de una
tradición nacional. Sin embargo, en nuestro país las motivaciones son
completamente distintas.
El linchamiento es un fenómeno que tiene
características altamente violentas, se dan con mucha celeridad, o sea son muy
rápidos, se realizan de manera espontánea y por autores anónimos. Una de las
razones de los ciudadanos para decidir actuar en contra de la delincuencia a
través de linchamientos es el hartazgo al que llegaron por la inseguridad, sin
embargo, nadie en lo absoluto puede tomar la justicia por propia mano, no hay
justificación alguna cuando es al Estado a quien le compete aplicar la
justicia. Cuando un ciudadano o un grupo de ciudadanos deciden tomar la
“justicia” por sus propias manos, se adentra en una serie de situaciones que
incluso les puede costar la vida, se hacen participes de la descomposición
social de la cual no saldrán tan fácilmente, el acto de unos cuantos genera un
efecto domino y nos vulnera no solo como personas sino como país.
Es alarmante que existan personas
que toleren, justifiquen, avalen y permitan estas situaciones, esto atenta
contra las normas de convivencia social, el Estado de derecho y las
instituciones públicas. La complacencia ante este tipo de hechos solo nos
arroja un escenario favorable para la extensión de este fenómeno que, en
esencia, resulta ser igual o más criminal que los hechos que dice perseguir. Cómo
se sentirán las personas que participan en un linchamiento cuando se dan cuenta
de que la persona que golpearon o mataron era “inocente” y solo era alguien que
andaba haciendo otras cosas, por ejemplo lo que ocurrió en el estado de Puebla
el 19 de octubre del 2015 cuando dos encuestadores, José Abraham Copado Molina
de 30 años y su hermano, David Rey, de 39, fueron linchados en el municipio de
Ajalpan solo por un rumor.
Pero dejemos en claro que lo que
se hace por la propia mano es la injusticia. Porque es injusto asumir un papel
que no corresponde, escudado en la cerrazón tumultuaria, donde no cabe una
pizca de razonamiento, en México no existe la pena de muerte, no, no hay pena
de muerte. Aquí no se puede matar a nadie, ni siquiera en el cumplimiento de la
ley, porque no hay ley que lo permita. Por desgracia cada vez son más las
comunidades o colonias a lo largo del país que deciden tomar este tipo de
acciones, ha habido casos en los que la policía ha intentado detener estos
hechos, en algunos tuvieron éxito y lograron rescatar a las personas que
querían linchar, pero desafortunadamente en muchos otros casos no pudieron
hacer nada al ser rebasados en número por los ciudadanos enardecidos.
El profesor Raúl Rodríguez
Guillén del Departamento de Sociología de la UAM Azcapotzalco nos dice:
“Los linchamientos tienen una
raíz común: la inseguridad y la ausencia de la autoridad. La imagen negativa
que se tiene desde la sociedad de los integrantes de las fuerzas policiacas y
militares, así como de las autoridades políticas, de los jueces y ministerios
públicos, lo que propicia que las personas tomen justicia por su propia mano.”
Aún nos falta mucho camino que
recorrer en materia de seguridad, pero segura estoy que si como ciudadanos
hacemos la parte que nos toca, hacemos valer y respetar las leyes denunciando
los delitos como debe de ser y respetamos los derechos de cada persona, poco a
poco iremos viendo los resultados.
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